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martes, 10 de abril de 2012

El aumento de personas que viven solas dispara el riesgo de exclusión

Martes, 10 de Abril, 2012
El 12% de tarraconenses viven solos. Son pensionistas o divorciados y un nuevo perfil: solteros con poder adquisitivo para los que habitar en soledad es señal de éxito social
Más vale solo que mal acompañado. Ese fenómeno globlal de vivir en soledad, que los expertos vinculan con el progreso de los países y que se traduce en un mayor número de viviendas unipersonales, se hace patente también en Tarragona: ya son mayoría los hogares en los que sólo vive una persona. Según datos del padrón municipal de 2011 reflejado en el Observatori Social de Tarragona, en el 30% de las casas sólo habita una persona, por delante del 26,36%, donde conviven dos.
En el 8,62% de viviendas cohabitan cinco miembros o más, lo que da fe de que, a pesar de lo que pudiera parecer, con la recesión económica no sólo no tendemos a refugiarnos más en la familia sino que los hogares unipersonales han crecido en España un 17% desde que comenzara la crisis.
Un 11,7% de los tarraconenses viven solos. Los expertos ofrecen una lectura opuesta: la crisis frena a la gente a establecer vínculos familiares o, lo que es lo mismo, si uno no puede mantenerse a sí mismo, aún menos asumirá compromisos serios con otras personas. Todo eso parece vencer a la tendencia de que la falta de empleo y la estrechez económica haga que muchos regresen o permanezcan en el hogar paterno, compartan piso o pospongan el divorcio.
El Observatori Social también detecta tres tipologías de hogares unipersonales en los que los inquilinos tienen más riesgos de vulnerabilidad relacional. Encontramos, por ejemplo, un 13,7% de hogares monoparentales, un 32,41% habitados por una persona mayor de 65 años y un 7,73% con más de 85 años.
¿Soledad buscada o forzosa?
Es la otra lectura: vivir solo acarrea padecer más fragilidad tanto a nivel económico como emocional. Más allá de los jóvenes (el 42% de esos hogares unipersonales tarraconenses están habitados por menores de 45 años), la coyuntura esconde otros perfiles: el de los ancianos que viven solos (el aumento de la esperanza de vida influye) o el de los divorciados, situaciones que esconden inconvenientes cuando la soledad no es buscada sino impuesta. En el 32% de estas viviendas están ocupadas por personas que tienen más de 65 años.
Vivir solo se ha convertido en algunos casos en un signo de éxito y distinción, hasta relacionado con valores de la posmodernidad: libertad, control personal y realización. Ángel Belzunegui, sociólogo y profesor de la URV, analiza el fenómeno: «Es un fenómeno que ya se daba en la década pasada, en según qué barrios de las grandes ciudades, como París, done más de la mitad de las viviendas eran ya unipersonales. Se acumulan en determinadas zonas de la ciudad, próximas a una vida cultural. Es algo que se dio en grandes urbes hace unos años y que ahora está llegando a España y a Catalunya».
No son outsiders ni excluidos. Estos ‘solitarios’ han adquirido un rango de dinamizadores sociales. Tejen una intrincadas redes de relaciones y gozan de una activa vida social; esto es, viven solos pero no están solos. Son los que revitalizan las ciudades y animan los espacios públicos. «Son personas con un poder adquisitivo por encima de la media. Es una forma de vivir, una nueva forma de vida que suele ser un periodo de transición hacia la formación de una familia. No quiere decir que toda la vida vivan solos ni que tengan un proyecto de soltería. Muchos de ellos acaban formando parejas de hecho».
Belzunegui no cree que este cambio se deba a ese miedo al compromiso adjunto a la crisis: «En el modelo mediterráneo la gente no se marchaba de casa hasta casarse. Ahora no. Sales de casa para poder vivir tu propia vida. La crisis impacta en muchas cosas pero no en la estructura psicológica de la gente. Hablamos de gente que se va a vivir sola por probar, que son más consumistas y no en un sentido negativo. Valoran mucho todo lo que tiene que ver con la representación social, además del éxito a nivel profesional. Son perfiles con vidas intensas a nivel colectivo. A nivel sociológico, tenemos métodos para dibujar redes personales y éstas serían muy complejas, muy alborotadas», cuenta Belzunegui, que añade: «Se vive solo no como un fenómeno a la institución o contracultural y ni tan siquiera como un proceso de individualismo, sino más bien de individuación. La sociedad deja de tener tanta importancia y el individuo prefiere probar a vivir solo para ver cómo le va».
El auge de los ‘singles’
Internet y las redes sociales también colaboran en la construcción de ese entramado social. También la incorporación de la mujer al mercado laboral ha favorecido su emancipación: ya no necesitan tener un hombre al lado para independizarse y ni divorciarse ya no es la opción impensable que era hace años.
Estos nuevos perfiles, reflejados en series como Sexo en Nueva York o en la saga literaria Bridget Jones, no pasan inadvertidos para el mercado. Prueba de ello es la proliferación de paquetes de comida individual o de plataformas con actividades para singles (algunos ejemplos son las webs www.singlestarragona.es o www.zonasingle.com). Además, marcas como Ikea idean desde hace tiempo muebles diseñados para casas en las que, indefectiblemente, sólo puede vivir una persona.
Pero no sólo los solteros de oro llenan los hogares unipersonales en Tarragona. Varias inmobiliarias de la ciudad detectan otros perfiles. «Vienen muchas personas recién separadas que buscan pisos pequeños y preferiblemente amueblados. Son sobre todo hombres divorciados que buscan una vivienda para ellos solos. Hemos notado un aumento en los últimos años», cuentan desde Finques Tarragona.

Más solidaridad en la familia
Otra tendencia contraria es la reunificación de familias, también como consecuencia del divorcio. «Hay veces en que dos separados se conocen, se juntan, y buscan pisos grandes para acoger a las dos familias», diagnostican desde la misma inmobiliaria.
En Bosch Inmobiliària, negocio ubicado en la Part Alta, añaden un nuevo rol. «Hemos notado que mucha gente joven de pueblos cercanos vienen a vivir solos para trabajar durante una temporada. Buscan un piso pequeño de alquiler», detecta Pere Español Bosch, el propietario de la agencia: «Siempre ha habido mucha gente que vive sola y últimamente notamos que muchos jóvenes con carrera y con gran nivel de formación se están yendo fuera de España. La tendencia comenzó hace dos años y se está incrementando cada vez más».
Estos procesos de emancipación en soledad no son contradictorios con otra tendencia muy marcada: la unificación de familias en el mismo hogar para resistir mejor ante los tiempos de recesión y precariedad. Belzunegui ofrece la lectura: «La crisis redobla los procesos de intersolidaridad. No son fenómenos contradictorios porque muchos de los que viven solos acabarán formando familias. Vivimos en un sistema muy familista donde la protección social es tan escasa a nivel institucional que en muchas ocasiones la familia es la que ofrece ese paraguas protector».
http://www.diaridetarragona.com/tarragona/066471/aumento/personas/viven/solas/dispara/riesgo/exclusion

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